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Prólogo: el viaje

  • Foto del escritor: Vanessa Campitelli
    Vanessa Campitelli
  • 18 ene 2024
  • 4 Min. de lectura

Estaba sentada en el auto esperando impaciente en medio de un atasco de camino al aeropuerto. Habían pasado más de dos horas y el tráfico no avanzaba. Ese día de febrero de 2020, las vía al Aeropuerto de Maiquetia desde la ciudad de Caracas eran un caos y todos los accesos estaban cerrados. Mi vuelo a Alemania saldría en menos de tres horas y todavía tenía que facturar mi maleta. Por suerte hice mi registro personal en línea esa mañana; así que estaba segura de que, si podía llegar al aeropuerto, iba a viajar a Alemania, pero sin maleta. Mis sospechas fueron correctas. Llegué al aeropuerto una hora antes de que despegara el vuelo y tuve que dejar toda la maleta con lo que iba a usar durante un mes para visitar a mi familia que vivía en Berlín en Venezuela. Subí al vuelo de TAP, el último que harían ese año, antes de que se cancelaran los vuelos de la aerolínea por los mismos motivos políticos por los que habían cerrado las vías al aeropuerto de Maiquetia, y me encontraba camino a Berlín con sólo una mochila llena de ropa interior, dos camisas y un suéter.


Ese día ese equipaje no parecía ser un problema, ya que solo me quedaría un par de semanas en Berlín. Desde el 2017, estuve viajando a la capital alemana para visitar a toda mi familia que se había mudado allí en búsqueda de una mejor calidad de vida. Por lo que había dejado algunas prendas en mis viajes anteriores, los cuales siempre hacía en invierno. Yo era la última de la familia que faltaba por irse de Venezuela, pero en este momento, mi viaje solo estaba pensado como un viaje de placer para visitarlos. Mis padres no sabían que iba a ir y estaba planificado para que fuera una sorpresa.  Sin embargo, el viaje me sorprendió más a mi luego de que dos semanas después de haber llegado a la ciudad, estalló la pandemia del COVID y tuve que quedarme en Berlín durante 10 meses con solo un par de prendas de vestir.


Al principio no parecía complicado, con aquello que había dejado en viajes anteriores y lo que logré llevarme en esa oportunidad, pude vestir durante uno o dos meses. Pero a medida que se acercaba la primavera y el verano, entendí que era momento de comprar ropa que pudiera adaptarse a las temporadas que venían. Después de todo, no sabía hasta cuando me quedaría en Berlín, pues los aeropuertos a nivel mundial tenían sus propias regulaciones, y el de Venezuela no era la excepción. 



En Berlín aproveché esta oportunidad para crear un nuevo armario y repensar mi consumo de moda. Desde el 2015 había estado hablando y practicando los valores de sostenibilidad con todo aquello que podía aplicar con las herramientas que tenía y todo aquello que era posible para mí en el contexto donde vivía en Caracas.


Sin duda alguna, todo aquello que había aprendido durante los últimos 5 años, sería probado y aplicado bajo una nueva perspectiva en esta creación de un nuevo armario. Lo que no sabía, era que la pandemia no solo me llevaría a trabajar mis conocimientos en sostenibilidad y moda; sino que también posteriormente, mi esencia, estilo y persona serían transformados para alinear todo aquello que hablaba sobre mi ser de una forma más transparente, genuina y real. Y mi armario sería una de las herramientas que me ayudaría a trabajar esta versión extendida de mi persona.



En ese año pandemia en Berlín, cree un nuevo armario basado en piezas versátiles de segunda mano que podía usar tantas veces como pudiera en diferentes lugares durante diferentes estaciones. Esta fue la gran oportunidad de mi vida para practicar un consumo consciente y desarrollar mis habilidades creativas para construir un armario diseñado bajo desk jiñes responsables con el ambiente, la sociedad y mi bolsillo. En ese momento, mi idea de crear “Un Armario Por El Clima” estaba enfocada en transformar y crear nuevos hábitos de consumo más responsables y disminuir mi huella de carbono desde mi armario. 


En esa época, me enfoqué en tratar de comprar solo piezas de segunda mano, que pudiera usar tanto en la primavera/verano de Berlín como en Caracas. Mis reglas principales eran:


  • Piezas que se adaptarán a mi estilo.

  • Piezas que se adaptarán a mi paleta de colores.

  • Piezas que pudiera combinar entre sí y con aquello que ya tenía en mi armario.

  • Piezas que pudiera combinar y usar más de tres veces.

  • Intentar que en su mayoría fueran oiezas de fibras nobles o naturales.


Para ese momento, me entusiasmaba más la idea de aplicar la teoría sobre moda sostenible y consumo consciente que entenderlo, lo que haría años después con el proceso de transformación que viví a nivel personal. Sin embargo, en esta primera etapa que empezó en la pandemia, me di cuenta de lo divertido que era jugar a mezclar y combinar mi ropa mientras aprovechaba al máximo mi proceso creativo. Sabía que a través de la creación de un armario por el clima, iba a crear y mejorar mis hábitos desde una perspectiva más responsable que apuntaba a la sostenibilidad, transformando mis patrones de consumo y reconociendo las implicaciones sociales y ambientales que tenía cada una de mis acciones como consumidora de moda.



Desde ese entonces, la moda y el estilo personal adquirieron para mi un nuevo concepto y una nueva perspectiva. A través de mi armario, encontraría las herramientas para transformarme como ser humano, para entender mi esencia y expresar mis valores, ideas y propósito por medio del vestir. El concepto “comprar en mi armario” se convirtió no sólo en una forma de practicar la sostenibilidad como consumidora, sino también en un proceso terapéutico donde jugar a crear combinaciones, descubrir mi estilo y vestir a través del lenguaje de mis decisiones de moda, desarrollaría una forma de mantener mi mente activa, consciente y presente.


Entendí entonces que a través de la moda y el estilo podemos hablar un nuevo idioma, que nuestro interior puede comunicarse y desarrollarse a través de nuestros armarios y las combinaciones que creemos con él. En este viaje de transformación, donde la consciencia, el propósito y los valores sostenibles fueron claves, encontré un concepto que describe para mí la consciencia de consumo.

 
 
 

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